Aun recuerdo aquellos momentos en los que comenzaba nuestro
aprendizaje.
Yo, como muchos de nosotros, comencé a la edad de 3 años en
el parvulario, hace ya tanto tiempo…. Me vienen a la cabeza continuas imágenes
del barro del patio, de buenos compañeros, de aquellas presas que hacíamos con
los charcos de lluvia intentando manejar el recorrido del agua, de aquellos
compañeros que no parecían tan buenos en aquel entonces y que luego formaron
parte de mi vida durante mucho tiempo.
También llegan imágenes de las primeras extraescolares a las
que asistí, y de lo mal que lo pasé en la primera, ( mamá, ¿cómo se te ocurrió
hacerme probar el ballet? Ja, ja, ja). Aquellos primeros cambios y elecciones
karate, fútbol, baloncesto, tenis (del que ahora vivo)… en fin, gracias a Dios,
nací y crecí rodeado de deporte, naturaleza y de ahí que me formara con ideas
sobre el deporte y aire libre.
En el colegio, era de los más rápidos corriendo, de los que
marcaba goles, de los que más saltaba, de los ¨buenos¨ al baloncesto… vamos de
los que elegían primero para todos los juegos.
Ya sabemos la importancia de esto en el primer ciclo
formativo, momento en el que la máxima preocupación es destacar de esa manera,
con lo cual digamos que era un chico con estrella.
La primera etapa de la EGB, la pasé sin problemas, las cosas
no costaban, todo era muy fácil ya que las clases eran muy dinámicas y se
aprendía sin apenas esfuerzo, además de que mi mejor amigo era el que mejores notas sacaba de
la clase.
Llegamos a la segunda etapa, se suponía que eran los cursos
más complicados a los que nos habíamos enfrentado, incluso había algún
repetidor.
Entonces el tema cambió, empezamos a memorizar muchas cosas y el
sistema que hasta ahora habíamos utilizado ya no valía, desde este momento tuvimos que
presentar cuadernos finales con estructuras ya determinadas (enunciado,
desarrollo, solución), no nos hacían pensar, ya lo hacían los maestros por
ti. El método de estudio cambió y se convirtió en la obligación de hacer lo que te dijeran para aprobar.
Bueno, tres años y fuera, entre ellos conocí a un profesor
que me llamó la atención muchísimo, que recuerdo y que cada vez que nos juntamos
los compañeros sale en conversación.
Raúl, nos dio clase durante una sustitución de nuestra mal humorada profesora de
inglés, la ¨be quiet¨, frase que repetía continuamente desde un micrófono que
ponía en un cassette y que hacía que retumbara todo el edificio.
Raúl, era un tipo moreno, de casi dos metros, corpulento, y
que llamaba la atención de todos. Pensamos que iba a ser un profesor con mal carácter, de voz ruda y dura por el aspecto que tenía, y resultó ser todo lo
contrario. Nos trataba con cariño, su tono de voz sin dejar de ser varonil, era
dulce y ya para romper los esquemas a todos, empezamos a aprender inglés con
canciones que el mismo tocaba con la guitarra, y que todos habíamos escuchado (Imaginad
si podéis, el cambio).
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